Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he creído escuchar la lira de Orfeo.
Delfín Agudelo: ¿En qué momento de su travesía escuchaste la lira?
R.A.: Siempre me sorprende pensar en el personaje Orfeo porque es uno de los más volubles de toda la mitología antigua. Hay pocos personajes que tengan tan continua metamorfosis y tanta riqueza de caracterizaciones, incluso a veces contradictorias. Depende mucho, también, de mi propio estado de ánimo: soy capaz de vislumbrar una u otra de las siluetas de Orfeo. Me llama la atención de entrada que Orfeo nunca fuera presentado como estos héroes corpulentos, fuertes, enérgicos, que eran propios de la mitología griega, sino que era un personaje ambivalente, que parecía continuamente colocado entre dos mundos: entre el cielo y la tierra; la tierra y el subsuelo; entre el encanto y el terror; entre lo masculino y femenino; entre la luz y la noche. En ese sentido el propio Orfeo, primer músico y primer poeta, era un hombre que tenía una potencia encantadora sin igual: encantaba a los bosques, a las fieras, a las rocas en el viaje de los Argonautas. Incluso encanta al mismo Infierno cuando desciende al Hades para rescatar o tratar de rescatar a su mujer Euridíce. Tiene ese poder encantador, propio de la música, que es capaz incluso de domesticar a las fieras.
Pero luego hay otra faceta de Orfeo que lo vincula a los reinos limítrofes del terror, que es ese Orfeo que por demasiado seductor llega a encantar a los propios hombres y es perseguido y troceado por las Ménades, que lo descuartizan y echan sus pedazos en la tierra, desde la cual renace. O esa imagen terriblemente inquietante de la cabeza de Orfeo flotando en la superficie del mar, mientras sigue tocando al lira. Orfeo es poliédrico porque somos capaces de verlo en escenas vinculadas a la mayor armonía del mundo, y también en escenas vinculadas al mayor desequilibrio. Es alguien cuya materialidad espectral también es muy evidente, porque sus metamorfosis hacen que no tenga una realidad única, sino que parece que esté en una especie de continuo baile de disfraces, de carnaval, que le permite ir pasando de mundo en mundo. Por esto somos capaces de vincular su propio descuartizamiento y muerte a la idea misma de resurrección y renacimiento, o de segundo nacimiento. La espiritualidad órfica iba muy vinculada al inmortalidad del alma y a la posibilidad de la resurrección. Pero es una resurrección que nunca es completamente luminosa, sino que parece que siempre se vuelve a mover entre dos mundos. Es el héroe, por antonomasia, del entremundo, de la ambivalencia entre los mundos.
Delfín Agudelo: ¿En qué momento de su travesía escuchaste la lira?
R.A.: Siempre me sorprende pensar en el personaje Orfeo porque es uno de los más volubles de toda la mitología antigua. Hay pocos personajes que tengan tan continua metamorfosis y tanta riqueza de caracterizaciones, incluso a veces contradictorias. Depende mucho, también, de mi propio estado de ánimo: soy capaz de vislumbrar una u otra de las siluetas de Orfeo. Me llama la atención de entrada que Orfeo nunca fuera presentado como estos héroes corpulentos, fuertes, enérgicos, que eran propios de la mitología griega, sino que era un personaje ambivalente, que parecía continuamente colocado entre dos mundos: entre el cielo y la tierra; la tierra y el subsuelo; entre el encanto y el terror; entre lo masculino y femenino; entre la luz y la noche. En ese sentido el propio Orfeo, primer músico y primer poeta, era un hombre que tenía una potencia encantadora sin igual: encantaba a los bosques, a las fieras, a las rocas en el viaje de los Argonautas. Incluso encanta al mismo Infierno cuando desciende al Hades para rescatar o tratar de rescatar a su mujer Euridíce. Tiene ese poder encantador, propio de la música, que es capaz incluso de domesticar a las fieras.
Pero luego hay otra faceta de Orfeo que lo vincula a los reinos limítrofes del terror, que es ese Orfeo que por demasiado seductor llega a encantar a los propios hombres y es perseguido y troceado por las Ménades, que lo descuartizan y echan sus pedazos en la tierra, desde la cual renace. O esa imagen terriblemente inquietante de la cabeza de Orfeo flotando en la superficie del mar, mientras sigue tocando al lira. Orfeo es poliédrico porque somos capaces de verlo en escenas vinculadas a la mayor armonía del mundo, y también en escenas vinculadas al mayor desequilibrio. Es alguien cuya materialidad espectral también es muy evidente, porque sus metamorfosis hacen que no tenga una realidad única, sino que parece que esté en una especie de continuo baile de disfraces, de carnaval, que le permite ir pasando de mundo en mundo. Por esto somos capaces de vincular su propio descuartizamiento y muerte a la idea misma de resurrección y renacimiento, o de segundo nacimiento. La espiritualidad órfica iba muy vinculada al inmortalidad del alma y a la posibilidad de la resurrección. Pero es una resurrección que nunca es completamente luminosa, sino que parece que siempre se vuelve a mover entre dos mundos. Es el héroe, por antonomasia, del entremundo, de la ambivalencia entre los mundos.
1 comentarios:
Orfeo es el héroe que busca incanzablemente la palabra representada en Eurídice. cuando la lírica apolínea muestra su fría perfección swe sume en el infierno pra encontrar entre los espectros temibles el sustento para su música. Eurídice es solo un ideal que lo invita a descender yluiego lo impulsa a ascender y plasmar su viaje en el poema,. ella que da en el otro mundo si lo acompañase el poema no tendría sentido
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