Julián Marías es uno de los grandes intelectuales españoles de la segunda mitad del siglo XX, por lo que esta reedición de sus agotadas Memorias no puede ser más que bienvenida.
El impresionante volumen (que une los tres originales), más de 900 páginas, puede desalentar a primera vista, pero si se inicia la lectura, el texto “agarra” y las páginas se deslizan una tras otra apresuradamente. La intensa vida de Marías es uno de los motivos; la calidad literaria, su oficio de escritor, es el segundo. Y también interesa la carga filosófica, pues Marías plantea sus memorias con un afán explícito de coherencia con dos rasgos principales de su antropología: el carácter narrativo de la vida humana y la primacía absoluta de lo personal. Al quién de las personas sólo se llega narrando su vida.
Y ese quién aparece como una personalidad realmente atractiva: un pensador abierto, luchador, valiente, sincero, coherente, español hasta la médula, con gran capacidad de amistad, independiente quizás en exceso, trabajador infatigable, cristiano profundo pero sin exhibicionismos, fiel. Y no aparece el punto pedante que la frecuente autocita en otros textos sugería. Sorprende también muy positivamente su capacidad de perdón y su optimismo, pues no se retrae ante las adversidades, ni se encona ante las traiciones o desprecios.
Y los episodios duros no faltaron: la delación de un amigo que le llevó a la cárcel franquista y el posterior suspenso de la tesis –ilegal– que le alejó de la docencia y la universidad, la exclusión de la edición de las obras inéditas de Ortega, el duradero ostracismo de la cultura dominante y de los dirigentes españoles, excepto en los años 1975-1982, la muerte de su esposa, etc.
En ese marco, la riqueza de estas páginas viene dada por el largo periodo que cubre y los innumerables temas que se abarcan y sobre los que Marías nos da su inteligente opinión. Desde sus recuerdos de la brillantísima Facultad de Filosofía de Madrid (con personalidades como Ortega, Morente, Gaos y Zubiri), pasando por la Guerra Civil, la II Guerra Mundial, su experiencia en Estados Unidos, donde viajó y residió de modo habitual desde 1951, su visión de la España franquista, sus innumerables viajes por medio mundo, sus encuentros y amistades con numerosas personalidades: Unamuno, Marcel, Heidegger, Pedro Salinas, Pío Baroja, Delibes, Laín Entralgo, Adolfo Suaréz, Tarancón, Juan Carlos I, Juan Pablo II, por nombrar solo a unos pocos.
Su producción intelectual también está presente, pero solo por el papel que desempeñó en su vida; no se entra en honduras. Los grandes temas son la filosofía, Ortega, la antropología y España. En medida menor, la literatura, los viajes y países, el cine. También el cristianismo, pero pocas veces como tema central, siempre como fondo.
En definitiva, un gran libro desbordante de riqueza humana e intelectual, en ocasiones, pocas, excesivamente detallado, y presentado en una cuidada edición a la que convendría añadir índices de materias y nombres, pues se trata, sin duda, de una obra de referencia y consulta con un lugar preciso en la cultura española.
El impresionante volumen (que une los tres originales), más de 900 páginas, puede desalentar a primera vista, pero si se inicia la lectura, el texto “agarra” y las páginas se deslizan una tras otra apresuradamente. La intensa vida de Marías es uno de los motivos; la calidad literaria, su oficio de escritor, es el segundo. Y también interesa la carga filosófica, pues Marías plantea sus memorias con un afán explícito de coherencia con dos rasgos principales de su antropología: el carácter narrativo de la vida humana y la primacía absoluta de lo personal. Al quién de las personas sólo se llega narrando su vida.
Y ese quién aparece como una personalidad realmente atractiva: un pensador abierto, luchador, valiente, sincero, coherente, español hasta la médula, con gran capacidad de amistad, independiente quizás en exceso, trabajador infatigable, cristiano profundo pero sin exhibicionismos, fiel. Y no aparece el punto pedante que la frecuente autocita en otros textos sugería. Sorprende también muy positivamente su capacidad de perdón y su optimismo, pues no se retrae ante las adversidades, ni se encona ante las traiciones o desprecios.
Y los episodios duros no faltaron: la delación de un amigo que le llevó a la cárcel franquista y el posterior suspenso de la tesis –ilegal– que le alejó de la docencia y la universidad, la exclusión de la edición de las obras inéditas de Ortega, el duradero ostracismo de la cultura dominante y de los dirigentes españoles, excepto en los años 1975-1982, la muerte de su esposa, etc.
En ese marco, la riqueza de estas páginas viene dada por el largo periodo que cubre y los innumerables temas que se abarcan y sobre los que Marías nos da su inteligente opinión. Desde sus recuerdos de la brillantísima Facultad de Filosofía de Madrid (con personalidades como Ortega, Morente, Gaos y Zubiri), pasando por la Guerra Civil, la II Guerra Mundial, su experiencia en Estados Unidos, donde viajó y residió de modo habitual desde 1951, su visión de la España franquista, sus innumerables viajes por medio mundo, sus encuentros y amistades con numerosas personalidades: Unamuno, Marcel, Heidegger, Pedro Salinas, Pío Baroja, Delibes, Laín Entralgo, Adolfo Suaréz, Tarancón, Juan Carlos I, Juan Pablo II, por nombrar solo a unos pocos.
Su producción intelectual también está presente, pero solo por el papel que desempeñó en su vida; no se entra en honduras. Los grandes temas son la filosofía, Ortega, la antropología y España. En medida menor, la literatura, los viajes y países, el cine. También el cristianismo, pero pocas veces como tema central, siempre como fondo.
En definitiva, un gran libro desbordante de riqueza humana e intelectual, en ocasiones, pocas, excesivamente detallado, y presentado en una cuidada edición a la que convendría añadir índices de materias y nombres, pues se trata, sin duda, de una obra de referencia y consulta con un lugar preciso en la cultura española.
Autor: Juan Manuel Burgos
Fecha de publicación: Abril 09, 2008 por Revista Per Se
Fecha de publicación: Abril 09, 2008 por Revista Per Se
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