La metafísica… y mi destino es estar enamorado de ella, aunque escasamente puedo jactarme de recibir sus favores vagos. Kant
-El reino de las sombras es el paraíso de los extravagantes. Aquí encuentran una tierra sin límites donde pueden habitar a su gusto. Los vapores hipocondríacos, los cuentos de viejas y los milagros de conventos no les dejan faltar material para construir (49)-. En contraposición con la vigilia, el estado de alerta y de apertura consciente al mundo, ¿no es acaso el sueño un reino de sombras donde habitan ficciones y fantasmagorías? Cuando dormimos entramos a un nuevo mundo, un mundo de ficciones, alucinaciones, incoherencias y proyecciones, afortunadamente cuando dormimos, cuando nos hallamos en ese polo opuesto de la vigilia en la que se manifiesta la certeza plena del cogito, de la vida y de la introspección, nos encontramos con que también en ese mundo de apariencias, de fábulas, existe una conciencia plena del yo, soy yo quien sueña, quien organiza e inventa formas, quien –puedo afirmarlo- también siente, el sueño posee la capacidad de alterar nuestro sistema nervioso, por eso ya no nos sorprenden los abruptos sobresaltos de media noche, o el sudor en la frente que provoca alguna pesadilla, por ello Descartes no confiaba en los sentidos, pues el sueño nos juega tretas, incluso podemos llegar a confundirlo con la realidad y no poder distinguir entre ella y la ficción. Nietzsche nos ha enseñado ya las bondades del sueño, el retorno a lo primigenio, donde la razón no se ofusca si no simplemente prosigue su propio ritmo, alterándolo, cambiándolo, pero que bueno retornándonos a lo humano, a la fuerza motriz y lacerante de la inconciencia. Si soñamos es para saber que no estamos muertos, que desgracia sería no poder soñar, cerrar los ojos y dejarme caer en la nada, quedarme sin razón y sin voluntad. El sueño tiene esa peculiaridad alucinante de confundirnos, de alterarnos y de hacernos creer que muchas de las imágenes creadas por nuestra mente son reales. Para el estándar normal de la gente, y partiendo de la experiencia común, el sueño es un estado de inconciencia emotivo, gratificante, hasta cierto punto dentro de los parámetros de lo normal, sin extravagancias que sean capaces de alterar nuestra percepción de la cotidianeidad. Pero para un visionario ¿qué tipos de sueños podría tener un visionario? Acaso para él sería normal soñar con ángeles, demonios, almas, espíritus, Dios. ¿Que sueños podría tener la metafísica, puede propiamente soñar, o es que su sueño le parece tan real que no se ha percatado que ella misma es un sueño?
En alemán este texto se llama: Träume eines Geistersehers, er läuter Durch Träume der Metaphysik,, literalmente se traduce Geistersehers como veedor de espíritus, y espíritu en un sentido amplio es una substancia inmaterial que no posee por ello ninguna de las cualidades que considerando la experiencia encontramos en la materia. El que sueña con espíritus puede verlos, comunicarse, tener sensación de ellos, el visionario tiene sueños de la sensación, de la experiencia, el visionario tiene sueños con espíritus, con Dios, con almas, con demonios, -que quede a cada quien el juicio con respecto a la sanidad de tal actividad onírica- el visionario conoce todo ello por la experiencia, y como consecuencia se afirma en la suposición de que tales cosas, tales sueños poseen una consistencia real, un fundamento. ¿Pero no acaso la metafísica también sueña con alcanzar el fundamento del todo, no procura encontrar tal fundamento en Dios, en el alma, en el espíritu, no nos es clara la semejanza entre los sueños de la metafísica y los del visionario? Aunque el metafísico se diga un visionario de la razón, es a ojos vista la similitud entre el visionario y la metafísica, ¿Cómo puede la metafísica explicar los sueños del visionario si padece del mismo mal? Es como el ciego que encuentra al otro ciego al cual ayuda a cruzar la avenida.
Así como el visionario se enreda en un mundo de apariencias, le sucede lo mismo a la metafísica, cree encontrar un nuevo saber, cree acrecentar su conocimiento en la tautología, en la repetición y aclaración de lo mismo, en el despliegue erudito de sus juicios analíticos, convierte las cosas reales en sueños, en proyecciones, en imágenes espirituales que están allí pero no nos comunican nada. Cree encontrar en el alma el punto de unión de todos los contenidos de la conciencia, cree encontrar en ella la trascendencia del sujeto, es capaz incluso de afirmar categóricamente su naturaleza, es capaz de ir de la parte (el alma particular) al todo (lo absoluto).
El alma es para Kant ese principio que es capaz de animar la materia, cuya fuerza y principio de movimiento se encuentra en sí misma, el alma pertenece a ese mundo intelligibilis que no esta sometido a fuerzas de la inercia como la materia, el alma no posee ni solidez, ni extensión, ni figura, no podemos obtener de ella una explicación física que al mismo tiempo y de manera concomitante sea explicada bajo logaritmos y funciones matemáticas, es ella el fundamento de la vida, la cual no puede comprenderse con funciones de extensión y adición, que al ser substancia y capaz de subsistir por sí pondrían formar parte de un mundo no experiencial, el mundo intelligibilis . Sin embargo, poco podemos afirmar de este universo platonizado pues esta tan lejos del hombre, que resulta imposible acceder a él, tales principios no pueden considerarse explicativos, recurrir a estos argumentos, y fundamentar la realidad en ellos, en cuanto no son plenamente intuidos, sino más bien desconocidos, son el síntoma de una filosofía perezosa, siendo fiel al nervio empirista bajo el cual fue escrita esta obra habrá que entender al mundo desde leyes del movimiento de la materia, únicos principios que nos son inteligibles, ¿pues como podría conocer el hombre lo que en sí mismo le es incognoscible? Debemos conocer a la materia en su extensión, movimiento y como complemento inmediato de la realidad.
La dificultad reside en la platonización de la realidad, el mundo intelligibilis es la platonización de un estado alterado, real pero alterado, cuando Kant hipostasía el alma – dejo de cartesianismo y metafísica Leibniziana- arrebata de entrada, la posibilidad de comprender el alma como constitutivo real, platonizar a Dios, al alma, a los espíritus, y arrojar todas las formas puras a un mundo en donde interactúen conexas, independientes, aunque en la existencia personal del sujeto, es llevar nuestro objeto a fronteras lejanas, es taparnos los ojos y alejarnos voluntariamente de la imposición de la realidad, ¿es el alma incognoscible, o es que Kant la aleja de nuestro conocimiento? Lo mismo sucede con Dios, con la totalidad y demás cosas que no se nos manifiestan con la experiencia, pero que sabemos que allí están, detrás, configurando nuestra realidad, no en un mundo intelligibilis sino en la proximidad del análisis realista.
¿Pero porque los sueños de un visionario, quien es este visionario a quien se refiere Kant, acaso la metafísica nos pude aclarar el proceder de la actividad espiritualista de un visionario, la metafísica podría explicar cualquier tipo de locura y de extravagancia? Para cuando Kant escribía esta obra cobraba una enorme fama un místico nórdico llamado E. Schwedenberg, quien escribió una obra de cuatro volúmenes muy gordos en los que explicaba y detallaba sus visiones, al igual que su contacto e interacción con espíritus del más allá, con los cuales se comunicaba y entretenía largo rato. Este señor Schwedenberg divide sus visiones en tres tipos (129); la primera consiste en estar liberado del cuerpo: un estado mediático entre el sueño y la vigilia, en los que Schwedenberg a tocado, oído y entablado conversación con espíritus. La segunda consideración es aquella en la que se ve arrebatado por un espíritu quien sustrae su conciencia llevándolo a paisajes insospechados, ignotos y mundos distantes, bien Schwedenberg podría encontrarse caminando normalmente en la calle, cuando un espíritu lo arrebata, lo lleva a un sitio completamente distinto hasta que después de un instante regresa a tomar conciencia de su estado y de su ubicación real. La tercera clase de apariciones es la habitual, en esta se encuentra despierto, y despierto entra en contacto con los espíritus y un mundo inmaterial del cual obtiene toda la información que pregona.
Según este hombre todos estamos en contacto con ese mundo espiritual, sólo que algunos no lo saben y otros si, la diferencia entre los unos y los otros es que estos últimos poseen una mayor apertura de su ser más interior a esta clase de encuentros y de experiencias, cualidad que es un don, y de la cual Schwedenberg participa. Cuando él quiere puede hablar con el alma de los difuntos, tal diálogo es posible por una comunicación inmediata de ideas. Así Schwedenberg ha conocido regiones recónditas, mundos maravillosos y alucinantes, regiones desoladas y magnificas, las cuales sobrepasan toda experiencia y se encuentran alejadas de todo espacio y tiempo inmediato. ¿Pero a que se debe el éxito de tan descabelladas afirmaciones? La garantía de verdad de todas las acciones de Schwedenberg no consiste en otra cosa más que en la comunicación de persona a persona de lo que podía considerarse un hecho indiscutible, no existe otra garantía más próxima que la lengua del pueblo, y es que se llegó a afirmar situaciones en las que Schwedenberg pudo haber demostrado la veracidad de sus afirmaciones, una princesa –relata Kant en su libro- que citó al visionario más bien con afán de mofarse que de creer en sus sentencias, se vio de pronto sorprendida, pues le comento a Schwedenberg una serie de cuestiones que solo ella conocía y que nadie más pudo haberle relatado pues todos los que conocían tal cuestión se hallaban muertos, solicitando a Schwedenberg una prueba de la fidelidad de sus visiones cuestiono a este con motivo a esta situación de la que nadie sabía nada, y cual su sorpresa al ver que este visionario dio respuesta correcta a todos sus cuestionamientos. Así Schwedenberg se posiciono en el espíritu de la masa como un visionario fiel y verdadero.
Pero Kant no gastaría ni su tiempo ni su pluma en relatar la vida y la circunstancia de Schwedenberg sino fuese porque existe una situación más importante detrás, tal finalidad es mostrar que el sentido dogmático de la metafísica la cual posee la aspiración de conocer objetos suprasensibles es lo más parecido a la actividad de un visionario, para Kant las proposiciones metafísicas son muy parecidas a las doctrinas visionarias en las que las indagaciones y sus objetos se hallan en un mundo muy distinto del que se percibe.
Los problemas sobre la naturaleza espiritual, sobre la libertad, la predeterminación y la vida futura, etc.., ponen en movimiento de entrada todas las facultades del entendimiento, y por medio de su excelencia, arrastran a los hombres a las rivalidades de la especulación , la cual indistintamente, sutiliza y decreta, dogmatiza y refuta, como es de regla en todo conocimiento ilusorio (144-145).
La metafísica tiene dos funciones para Kant (139-140): la primera es directiva, consiste en que la metafísica debería ser reguladora cuando la razón se dispone recorrer e indagar lo que en las cosas permanece oculto, pero aquí siempre se corre el riesgo de caer en el error y en la ilusión. La segunda función consiste en delimitar aquello que se puede saber, y confirmar su cercanía o distanciamiento con los conceptos que podemos comprobar con la experiencia. Esta última función es delimitante, y se convierte en una metafísica de los límites de la razón.
Pero cuando presuntas experiencias no caen bajo ninguna ley de la sensación se convierten en ilusiones y lo más sensato es rechazarlas simplemente, el hombre tiende a armar conjeturas extrañas, y definiciones abstractas complicadísimas, pero para Kant la sabiduría siempre va de la mano de la simplicidad (149). Ya que los fines de la simplicidad no exigen más que aquello que esta más a la mano y más directamente a los hombres. Es preciso abandonar los conceptos doctrinales elaborados y regresar al sentido común y la experiencia, las cuales serán las guías de todas nuestras indagaciones.
Para Kant la palabra metafísica posee dos sentidos. El primero como inclinación natural, nuestra razón siempre será acosada por cuestiones que ella misma se plantea y que se encuentran muy alejadas de la experiencia, exceden nuestras facultades y además carecen de rectitud y verificabilidad, así, la metafísica, desde esta perspectiva no merece ser demostrada pues su existencia es evidente, se nos manifiesta como una tendencia grabada e inscrita en la naturaleza humana, esto no significa que esta tendencia a hacer metafísica sea una cuestión histórica y cultural, y que estemos determinados por ella, si no que los planteamientos de la metafísica son inevitables para nuestra facultad cognitiva. Sin embargo, a diferencia de Aristóteles y Platón el origen de la metafísica no se encuentra en la admiración o en el deseo de saber, su origen es de índole moral, la metafísica surge, y he aquí una cuestión de por más interesante, por que tenemos problemas morales,
…es la creencia moral, cuya simplicidad pude desdeñar muchas sutilizas del raciocinar, y qué es la única que conviene al hombre en cualquier estado en que se encuentre, puesto que lo conduce sin rodeos a sus verdaderos fines (150).
Aquí la moral tiene una labor plenamente reguladora, las cuestiones que se plantea son de índole necesaria, pues ordenan la vida del hombre a una teleología que marca el rumbo de todas sus acciones, es curioso, porque aunque esta obra pertenece al periodo pre-crítico de Kant y se ubica en el periodo empirista que abarca desde 1760 hasta 1770 y este ensayo aparece hasta 1766 anticipa postulados de la Crítica de la Razón Pura entre ellos, ubicar a la metafísica dentro de la razón práctica y hacer de la moral un campo fértil para los planteamientos metafísicos, ya que los cuestionamientos metafísicos dependen del sentido de vida de los hombres. Podemos pensar una vida sin trascendencia, o bien aborrecer los vicios y esperar que después de nuestras vidas seamos recompensados, pero cuantas veces no ha sucedido el caso de personas que aceptan los dogmas de la fe y se entregan a los vicios y al placer desmedido, es evidente, sin embargo, que tener a la muerte como el fin teleológico por antonomasia (ser es ser para la muerte) es una afirmación que un alma sensata no puede soportar, y cuyas aspiraciones no se hallan elevado hasta desear una vida futura después de la muerte. La dificultad reside en demostrar estos postulados metafísicos, Wittgenstein menciona en la última parte de su tractatus logico- philosophicus
…que la inmortalidad temporal del alma humana, su eterna supervivencia […] no sólo no esta garantizada en modo alguno, sino que, sobre todo, esta suposición no sirve en absoluto para lo que siempre se ha pretendido alcanzar con ella. Pues ¿se resuelve algún enigma porque yo viva eternamente? ¿no es quizá esa vida eterna tan enigmática como la presente? La solución del enigma de la vida en el espacio y en el tiempo reside fuera del espacio y del tiempo[…]si una pregunta puede llegar a plantearse, también se le puede dar una respuesta.
Con ello se expresa que la respuesta a la pregunta por la supervivencia del alma más allá del espacio y del tiempo se encuentra precisamente más allá del espacio y del tiempo, lo mismo con Dios y la libertad del alma, por ello nuestro conocimiento limitado por la experiencia del aquí y del ahora no puede llegar a conocerlos. Sin embargo, Kant no estaría de acuerdo con toda la primera parte de la cita, pues para Kant tales cuestionamientos e inquietudes de nuestra razón si poseen una utilidad inmediata, la que consiste en regular las acciones de nuestro comportamiento y guiar todas las aspiraciones de nuestra razón.
El segundo sentido que Kant da a la palabra metafísica, es el sentido dogmático, en cual se manifiesta en la metafísica teórica, precisamente la metafísica de su tiempo, la de Wolff inspirada en el racionalismo de Leibniz, en ella se teoriza la aspiración a los objetos suprasensibles y se pretende erigir este conocimiento en su carácter científico, Kant critica de este tipo de metafísica tanto su método, así también como la distinción que pretende establecerse entre las ciencias empíricas, pues para él, no existe una distinción entre las ciencias empíricas y la metafísica aunque se pretende erigir la metafísica sobre las demás ciencias, porque ésta bien es más noble, o se ocupa de los primeros principios, principios generales y primeros que carecen de validez, es necesario para Kant una tarea crítica previa, la cual consiste en establecer los límites de la razón antes de aventurarse a este tipo de teorizaciones.
Kant esta de por más alejado de lo que podríamos llamar una actitud antimetafísica , la Crítica de la Razón Pura al fin y al cabo es una metafísica de la razón, es necesario sumergirse en la metafísica para bien negarla o afirmarla, pero incluso quien pretende negar plenamente la metafísica tendrá que hacerlo desde la metafísica. Las investigaciones de Kant al pretender darle un sustento al pensar metafísico dentro de las posibilidades de la razón lo llevaron a negar la posibilidad de esta noble disciplina y ubicarlo en otro ámbito que no es necesariamente la razón, conclusión de por más discutible, pero que no quita ningún merito a su labor y sobre la cual vale la pena continuar dialogando
Jorge Alejandro Espinoza López
-El reino de las sombras es el paraíso de los extravagantes. Aquí encuentran una tierra sin límites donde pueden habitar a su gusto. Los vapores hipocondríacos, los cuentos de viejas y los milagros de conventos no les dejan faltar material para construir (49)-. En contraposición con la vigilia, el estado de alerta y de apertura consciente al mundo, ¿no es acaso el sueño un reino de sombras donde habitan ficciones y fantasmagorías? Cuando dormimos entramos a un nuevo mundo, un mundo de ficciones, alucinaciones, incoherencias y proyecciones, afortunadamente cuando dormimos, cuando nos hallamos en ese polo opuesto de la vigilia en la que se manifiesta la certeza plena del cogito, de la vida y de la introspección, nos encontramos con que también en ese mundo de apariencias, de fábulas, existe una conciencia plena del yo, soy yo quien sueña, quien organiza e inventa formas, quien –puedo afirmarlo- también siente, el sueño posee la capacidad de alterar nuestro sistema nervioso, por eso ya no nos sorprenden los abruptos sobresaltos de media noche, o el sudor en la frente que provoca alguna pesadilla, por ello Descartes no confiaba en los sentidos, pues el sueño nos juega tretas, incluso podemos llegar a confundirlo con la realidad y no poder distinguir entre ella y la ficción. Nietzsche nos ha enseñado ya las bondades del sueño, el retorno a lo primigenio, donde la razón no se ofusca si no simplemente prosigue su propio ritmo, alterándolo, cambiándolo, pero que bueno retornándonos a lo humano, a la fuerza motriz y lacerante de la inconciencia. Si soñamos es para saber que no estamos muertos, que desgracia sería no poder soñar, cerrar los ojos y dejarme caer en la nada, quedarme sin razón y sin voluntad. El sueño tiene esa peculiaridad alucinante de confundirnos, de alterarnos y de hacernos creer que muchas de las imágenes creadas por nuestra mente son reales. Para el estándar normal de la gente, y partiendo de la experiencia común, el sueño es un estado de inconciencia emotivo, gratificante, hasta cierto punto dentro de los parámetros de lo normal, sin extravagancias que sean capaces de alterar nuestra percepción de la cotidianeidad. Pero para un visionario ¿qué tipos de sueños podría tener un visionario? Acaso para él sería normal soñar con ángeles, demonios, almas, espíritus, Dios. ¿Que sueños podría tener la metafísica, puede propiamente soñar, o es que su sueño le parece tan real que no se ha percatado que ella misma es un sueño?
En alemán este texto se llama: Träume eines Geistersehers, er läuter Durch Träume der Metaphysik,, literalmente se traduce Geistersehers como veedor de espíritus, y espíritu en un sentido amplio es una substancia inmaterial que no posee por ello ninguna de las cualidades que considerando la experiencia encontramos en la materia. El que sueña con espíritus puede verlos, comunicarse, tener sensación de ellos, el visionario tiene sueños de la sensación, de la experiencia, el visionario tiene sueños con espíritus, con Dios, con almas, con demonios, -que quede a cada quien el juicio con respecto a la sanidad de tal actividad onírica- el visionario conoce todo ello por la experiencia, y como consecuencia se afirma en la suposición de que tales cosas, tales sueños poseen una consistencia real, un fundamento. ¿Pero no acaso la metafísica también sueña con alcanzar el fundamento del todo, no procura encontrar tal fundamento en Dios, en el alma, en el espíritu, no nos es clara la semejanza entre los sueños de la metafísica y los del visionario? Aunque el metafísico se diga un visionario de la razón, es a ojos vista la similitud entre el visionario y la metafísica, ¿Cómo puede la metafísica explicar los sueños del visionario si padece del mismo mal? Es como el ciego que encuentra al otro ciego al cual ayuda a cruzar la avenida.
Así como el visionario se enreda en un mundo de apariencias, le sucede lo mismo a la metafísica, cree encontrar un nuevo saber, cree acrecentar su conocimiento en la tautología, en la repetición y aclaración de lo mismo, en el despliegue erudito de sus juicios analíticos, convierte las cosas reales en sueños, en proyecciones, en imágenes espirituales que están allí pero no nos comunican nada. Cree encontrar en el alma el punto de unión de todos los contenidos de la conciencia, cree encontrar en ella la trascendencia del sujeto, es capaz incluso de afirmar categóricamente su naturaleza, es capaz de ir de la parte (el alma particular) al todo (lo absoluto).
El alma es para Kant ese principio que es capaz de animar la materia, cuya fuerza y principio de movimiento se encuentra en sí misma, el alma pertenece a ese mundo intelligibilis que no esta sometido a fuerzas de la inercia como la materia, el alma no posee ni solidez, ni extensión, ni figura, no podemos obtener de ella una explicación física que al mismo tiempo y de manera concomitante sea explicada bajo logaritmos y funciones matemáticas, es ella el fundamento de la vida, la cual no puede comprenderse con funciones de extensión y adición, que al ser substancia y capaz de subsistir por sí pondrían formar parte de un mundo no experiencial, el mundo intelligibilis . Sin embargo, poco podemos afirmar de este universo platonizado pues esta tan lejos del hombre, que resulta imposible acceder a él, tales principios no pueden considerarse explicativos, recurrir a estos argumentos, y fundamentar la realidad en ellos, en cuanto no son plenamente intuidos, sino más bien desconocidos, son el síntoma de una filosofía perezosa, siendo fiel al nervio empirista bajo el cual fue escrita esta obra habrá que entender al mundo desde leyes del movimiento de la materia, únicos principios que nos son inteligibles, ¿pues como podría conocer el hombre lo que en sí mismo le es incognoscible? Debemos conocer a la materia en su extensión, movimiento y como complemento inmediato de la realidad.
La dificultad reside en la platonización de la realidad, el mundo intelligibilis es la platonización de un estado alterado, real pero alterado, cuando Kant hipostasía el alma – dejo de cartesianismo y metafísica Leibniziana- arrebata de entrada, la posibilidad de comprender el alma como constitutivo real, platonizar a Dios, al alma, a los espíritus, y arrojar todas las formas puras a un mundo en donde interactúen conexas, independientes, aunque en la existencia personal del sujeto, es llevar nuestro objeto a fronteras lejanas, es taparnos los ojos y alejarnos voluntariamente de la imposición de la realidad, ¿es el alma incognoscible, o es que Kant la aleja de nuestro conocimiento? Lo mismo sucede con Dios, con la totalidad y demás cosas que no se nos manifiestan con la experiencia, pero que sabemos que allí están, detrás, configurando nuestra realidad, no en un mundo intelligibilis sino en la proximidad del análisis realista.
¿Pero porque los sueños de un visionario, quien es este visionario a quien se refiere Kant, acaso la metafísica nos pude aclarar el proceder de la actividad espiritualista de un visionario, la metafísica podría explicar cualquier tipo de locura y de extravagancia? Para cuando Kant escribía esta obra cobraba una enorme fama un místico nórdico llamado E. Schwedenberg, quien escribió una obra de cuatro volúmenes muy gordos en los que explicaba y detallaba sus visiones, al igual que su contacto e interacción con espíritus del más allá, con los cuales se comunicaba y entretenía largo rato. Este señor Schwedenberg divide sus visiones en tres tipos (129); la primera consiste en estar liberado del cuerpo: un estado mediático entre el sueño y la vigilia, en los que Schwedenberg a tocado, oído y entablado conversación con espíritus. La segunda consideración es aquella en la que se ve arrebatado por un espíritu quien sustrae su conciencia llevándolo a paisajes insospechados, ignotos y mundos distantes, bien Schwedenberg podría encontrarse caminando normalmente en la calle, cuando un espíritu lo arrebata, lo lleva a un sitio completamente distinto hasta que después de un instante regresa a tomar conciencia de su estado y de su ubicación real. La tercera clase de apariciones es la habitual, en esta se encuentra despierto, y despierto entra en contacto con los espíritus y un mundo inmaterial del cual obtiene toda la información que pregona.
Según este hombre todos estamos en contacto con ese mundo espiritual, sólo que algunos no lo saben y otros si, la diferencia entre los unos y los otros es que estos últimos poseen una mayor apertura de su ser más interior a esta clase de encuentros y de experiencias, cualidad que es un don, y de la cual Schwedenberg participa. Cuando él quiere puede hablar con el alma de los difuntos, tal diálogo es posible por una comunicación inmediata de ideas. Así Schwedenberg ha conocido regiones recónditas, mundos maravillosos y alucinantes, regiones desoladas y magnificas, las cuales sobrepasan toda experiencia y se encuentran alejadas de todo espacio y tiempo inmediato. ¿Pero a que se debe el éxito de tan descabelladas afirmaciones? La garantía de verdad de todas las acciones de Schwedenberg no consiste en otra cosa más que en la comunicación de persona a persona de lo que podía considerarse un hecho indiscutible, no existe otra garantía más próxima que la lengua del pueblo, y es que se llegó a afirmar situaciones en las que Schwedenberg pudo haber demostrado la veracidad de sus afirmaciones, una princesa –relata Kant en su libro- que citó al visionario más bien con afán de mofarse que de creer en sus sentencias, se vio de pronto sorprendida, pues le comento a Schwedenberg una serie de cuestiones que solo ella conocía y que nadie más pudo haberle relatado pues todos los que conocían tal cuestión se hallaban muertos, solicitando a Schwedenberg una prueba de la fidelidad de sus visiones cuestiono a este con motivo a esta situación de la que nadie sabía nada, y cual su sorpresa al ver que este visionario dio respuesta correcta a todos sus cuestionamientos. Así Schwedenberg se posiciono en el espíritu de la masa como un visionario fiel y verdadero.
Pero Kant no gastaría ni su tiempo ni su pluma en relatar la vida y la circunstancia de Schwedenberg sino fuese porque existe una situación más importante detrás, tal finalidad es mostrar que el sentido dogmático de la metafísica la cual posee la aspiración de conocer objetos suprasensibles es lo más parecido a la actividad de un visionario, para Kant las proposiciones metafísicas son muy parecidas a las doctrinas visionarias en las que las indagaciones y sus objetos se hallan en un mundo muy distinto del que se percibe.
Los problemas sobre la naturaleza espiritual, sobre la libertad, la predeterminación y la vida futura, etc.., ponen en movimiento de entrada todas las facultades del entendimiento, y por medio de su excelencia, arrastran a los hombres a las rivalidades de la especulación , la cual indistintamente, sutiliza y decreta, dogmatiza y refuta, como es de regla en todo conocimiento ilusorio (144-145).
La metafísica tiene dos funciones para Kant (139-140): la primera es directiva, consiste en que la metafísica debería ser reguladora cuando la razón se dispone recorrer e indagar lo que en las cosas permanece oculto, pero aquí siempre se corre el riesgo de caer en el error y en la ilusión. La segunda función consiste en delimitar aquello que se puede saber, y confirmar su cercanía o distanciamiento con los conceptos que podemos comprobar con la experiencia. Esta última función es delimitante, y se convierte en una metafísica de los límites de la razón.
Pero cuando presuntas experiencias no caen bajo ninguna ley de la sensación se convierten en ilusiones y lo más sensato es rechazarlas simplemente, el hombre tiende a armar conjeturas extrañas, y definiciones abstractas complicadísimas, pero para Kant la sabiduría siempre va de la mano de la simplicidad (149). Ya que los fines de la simplicidad no exigen más que aquello que esta más a la mano y más directamente a los hombres. Es preciso abandonar los conceptos doctrinales elaborados y regresar al sentido común y la experiencia, las cuales serán las guías de todas nuestras indagaciones.
Para Kant la palabra metafísica posee dos sentidos. El primero como inclinación natural, nuestra razón siempre será acosada por cuestiones que ella misma se plantea y que se encuentran muy alejadas de la experiencia, exceden nuestras facultades y además carecen de rectitud y verificabilidad, así, la metafísica, desde esta perspectiva no merece ser demostrada pues su existencia es evidente, se nos manifiesta como una tendencia grabada e inscrita en la naturaleza humana, esto no significa que esta tendencia a hacer metafísica sea una cuestión histórica y cultural, y que estemos determinados por ella, si no que los planteamientos de la metafísica son inevitables para nuestra facultad cognitiva. Sin embargo, a diferencia de Aristóteles y Platón el origen de la metafísica no se encuentra en la admiración o en el deseo de saber, su origen es de índole moral, la metafísica surge, y he aquí una cuestión de por más interesante, por que tenemos problemas morales,
…es la creencia moral, cuya simplicidad pude desdeñar muchas sutilizas del raciocinar, y qué es la única que conviene al hombre en cualquier estado en que se encuentre, puesto que lo conduce sin rodeos a sus verdaderos fines (150).
Aquí la moral tiene una labor plenamente reguladora, las cuestiones que se plantea son de índole necesaria, pues ordenan la vida del hombre a una teleología que marca el rumbo de todas sus acciones, es curioso, porque aunque esta obra pertenece al periodo pre-crítico de Kant y se ubica en el periodo empirista que abarca desde 1760 hasta 1770 y este ensayo aparece hasta 1766 anticipa postulados de la Crítica de la Razón Pura entre ellos, ubicar a la metafísica dentro de la razón práctica y hacer de la moral un campo fértil para los planteamientos metafísicos, ya que los cuestionamientos metafísicos dependen del sentido de vida de los hombres. Podemos pensar una vida sin trascendencia, o bien aborrecer los vicios y esperar que después de nuestras vidas seamos recompensados, pero cuantas veces no ha sucedido el caso de personas que aceptan los dogmas de la fe y se entregan a los vicios y al placer desmedido, es evidente, sin embargo, que tener a la muerte como el fin teleológico por antonomasia (ser es ser para la muerte) es una afirmación que un alma sensata no puede soportar, y cuyas aspiraciones no se hallan elevado hasta desear una vida futura después de la muerte. La dificultad reside en demostrar estos postulados metafísicos, Wittgenstein menciona en la última parte de su tractatus logico- philosophicus
…que la inmortalidad temporal del alma humana, su eterna supervivencia […] no sólo no esta garantizada en modo alguno, sino que, sobre todo, esta suposición no sirve en absoluto para lo que siempre se ha pretendido alcanzar con ella. Pues ¿se resuelve algún enigma porque yo viva eternamente? ¿no es quizá esa vida eterna tan enigmática como la presente? La solución del enigma de la vida en el espacio y en el tiempo reside fuera del espacio y del tiempo[…]si una pregunta puede llegar a plantearse, también se le puede dar una respuesta.
Con ello se expresa que la respuesta a la pregunta por la supervivencia del alma más allá del espacio y del tiempo se encuentra precisamente más allá del espacio y del tiempo, lo mismo con Dios y la libertad del alma, por ello nuestro conocimiento limitado por la experiencia del aquí y del ahora no puede llegar a conocerlos. Sin embargo, Kant no estaría de acuerdo con toda la primera parte de la cita, pues para Kant tales cuestionamientos e inquietudes de nuestra razón si poseen una utilidad inmediata, la que consiste en regular las acciones de nuestro comportamiento y guiar todas las aspiraciones de nuestra razón.
El segundo sentido que Kant da a la palabra metafísica, es el sentido dogmático, en cual se manifiesta en la metafísica teórica, precisamente la metafísica de su tiempo, la de Wolff inspirada en el racionalismo de Leibniz, en ella se teoriza la aspiración a los objetos suprasensibles y se pretende erigir este conocimiento en su carácter científico, Kant critica de este tipo de metafísica tanto su método, así también como la distinción que pretende establecerse entre las ciencias empíricas, pues para él, no existe una distinción entre las ciencias empíricas y la metafísica aunque se pretende erigir la metafísica sobre las demás ciencias, porque ésta bien es más noble, o se ocupa de los primeros principios, principios generales y primeros que carecen de validez, es necesario para Kant una tarea crítica previa, la cual consiste en establecer los límites de la razón antes de aventurarse a este tipo de teorizaciones.
Kant esta de por más alejado de lo que podríamos llamar una actitud antimetafísica , la Crítica de la Razón Pura al fin y al cabo es una metafísica de la razón, es necesario sumergirse en la metafísica para bien negarla o afirmarla, pero incluso quien pretende negar plenamente la metafísica tendrá que hacerlo desde la metafísica. Las investigaciones de Kant al pretender darle un sustento al pensar metafísico dentro de las posibilidades de la razón lo llevaron a negar la posibilidad de esta noble disciplina y ubicarlo en otro ámbito que no es necesariamente la razón, conclusión de por más discutible, pero que no quita ningún merito a su labor y sobre la cual vale la pena continuar dialogando
Jorge Alejandro Espinoza López
0 comentarios:
Publicar un comentario