17 abr 2008

Comentario a: "Sobre el fracaso de todos los ensayos filosóficos en teodicea"


Entonces Job se levantó, rasgó su manto y
se rapó la cabeza; se postró a tierra y adoró. Y
dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y
desnudo volveré allá. Yahvé dio, y Yahvé
quitó. ¡Sea bendito el nombre de Yahvé!

Hubo un hombre en la tierra de Uz, que se llamaba Job. Aquel hombre era íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Vivía su vida en pleno gozo, sano, pudiente, libre, amaba a su Dios y lo veneraba siempre, era la fuente de una feliz familia, y sobre todo con una buena conciencia, Job era el hombre en el que se hallaba reunido todo para una existencia plena, pero el destino lo puso a prueba arrebatándole todo lo que tenía, le arrebató su familia, sus bienes, todo menos su integridad y su recta conciencia, llevándolo a la desesperación, rompiendo en sollozos y lamentos sobre su desgracia. Sus amigos aparentemente venidos a consolarle lo hacen caer en disputas con motivos a indagar en la sabiduría divina la causa de su desgracia, estableciendo cada uno de ellos según su modo de pensar y su teodicea el motivo de los lamentos que oprimían la conciencia de Job, los amigos de Job adhieren tal causa a la justicia divina, los crímenes perpetrados, las faltas cometidas cobran ahora su factura, pero como es de suponerse no encuentran alguno bajo el cual inculpar al desdichado hombre. Por el contrario, la conciencia de Job que no duda de su bien obrar no puede hacer más que aceptar la voluntad divina, someterse al dictamen de la sabiduría suprema y decir con sinceridad - Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Yahvé dio, y Yahvé quitó. ¡Sea bendito el nombre de Yahvé!- Job deja salir la voz de su corazón, movido por su voluntad, sinceridad y rectitud, en equilibrio con lo que cree. Sus amigos, hablan de la voluntad y la sabiduría divina como si fueran conocedores de ellas, hablan con derecho y juzgan, dan la apariencia de afirmar algo que desconocen, que no han visto y fingen conocimiento, cometen el error de juzgar convencidos lo que no conocen y excede su experiencia y razón. Elifaz el temanita, Bildad el sujita y Zofar el namatita cometen el error de toda teodicea.

El relato de Job ocupa un pequeño fragmento del ensayo “Sobre el fracaso de todos los ensayos filosóficos en teodicea” relato que he retomado, porque a mi parecer ilustra muy bien aquello que quiero expresar en este comentario a dicho ensayo. La temeridad de Job le permite hablar con el corazón, dejando de lado la benevolencia intelectual de la evidencia, en Job domina la voluntad de creer ante las intenciones de la razón de conocer lo que por naturaleza nos es incognoscible, Job no finge conocimiento ni convencimiento donde no se tiene, tales cualidades lo colocan como hombre honrado y sincero, muy distante del “adulador religioso” que finge conocimiento y convencimiento, instaurándose como juez y conocedor sobre tales cuestiones de la razón; el plano divino. Job no omite juicios, no afirma o condena, él esta plenamente conciente de su ignorancia y no hace más de lo que esta a su alcance, recurrir al dictamen de su conciencia moral. Con esta convicción demostró que no fundaba su moralidad en la fe, sino la fe en la moralidad: en cuyo caso la fe por débil que pueda ser, es, sin embargo, de una índole más pura y más autentica, es decir, de tal índole que funda una religión, no de la solicitud de favor, sino de la buena conducta de vida. (234-235).

Los intentos de la teodicea son la manifestación de la arrogancia de la razón que desconoce sus limites, el abogado de Dios en la teodicea pretende hacer una apología en contra de lo que en el mundo es contraproducente y que se manifiesta como evidencia plena en la naturaleza, los actos morales errados, la injusticia y la maldad, el pecado y el dolor. El hombre al saberse ser racional, comete el error de querer abarcar todo con la razón, incluso las cuestiones más alejadas de la evidencia. El fracaso de la teodicea se ve en la imposibilidad de esta misma por no cumplir lo que prometía: justificar la sabiduría moral en el gobierno del mundo contra las dudas que sobre ella da a conocer la experiencia en este mundo […] aunque estas dudas tampoco pueden demostrar lo contrario (229) con ello se demuestra la incapacidad de la razón en demostrar la relación entre el mundo tal y como lo podemos conocer por la experiencia de la naturaleza y la sabiduría divina. Indagar en el mundo suprasensible es querer indagar en la evidencia que jamás podría alcanzar un mortal. Hallar en la naturaleza una teleología no garantiza que tales indagaciones puedan ser predicadas de un ser perfectísimo, concepto ante el cual la experiencia y la razón se muestran insuficientes, es aquí donde se nos manifiesta la idea moral de nuestra propia razón práctica, un concepto de una sabiduría moral que podría se la revelación de un ser perfectísimo.

En tales asuntos no importa tanto nuestra capacidad de razonar, así como la sinceridad del corazón, y el reconocimiento de la incapacidad de nuestro entendimiento y no falsear supuestos conocimientos que por ser en un sentido falsos no pueden ser llamados siquiera conocimientos. La capacidad de errar se encuentra en el entendimiento, tal capacidad se encuentra latente en nuestros juicios lógicos, pero la sinceridad de nuestra conciencia jamás puede errar, una conciencia errada es un absurdo, puedo errar en el juicio en el que creo tener razón, pero no en la conciencia de que si yo creo de hecho tener razón, no puedo errar en este juicio, porque él demuestra que yo juzgo de esta forma y no de otra un objeto cualquiera. Si nuestras confesiones conciernen al entendimiento sin referir a la conciencia, entonces mentimos, pues no afirmamos lo que realmente se presenta a nuestra conciencia, se pretende algo distinto a aquello de lo que se es consciente (235).

Job habla tal y como le dicta su conciencia, dejando a un lado la razón especulativa y afrontando su vida, su moral, su integridad de hombre con humildad y devoción, Job no escucha teorías y disquisiciones porque sabe que ante la realidad divina tales distinciones conceptuales no son fieles a la realidad, él sin ser metafísico ni filosofo se entrega a su creer con toda sinceridad y humildad, estableciéndose para sí mismo los límites de su razón, dejando de lado toda arrogancia racional en busca de evidencias que ante la razón jamás comparecerán. En consecuencia, sólo la sinceridad de corazón, no la ventaja de la evidencia; la honradez para confesar con franquezas sus dudas y la aversión a fingir un convencimiento donde no se siente, sobre todo delante de Dios (donde de todos modos esta astucia es absurda): tales son las cualidades que han decidido la ventaja del varón honrado, en la persona de Job, sobre el adulador religioso en la sentencia del juez divino (234).

En Job se manifiesta la sinceridad como exigencia primaria para la fe, en oposición a la falsedad e infidelidad como defectos de la naturaleza de la razón humana, pero que se han convertido en un vicio para la razón especulativa, lo conmovedor en Job es la honradez y la humildad con la que afrenta su desdicha, la afirmación de su conciencia y el aplomo de no ceder ante los vicios de la razón, y las falsas hipótesis de la teodicea y de todo intento por alcanzar mediante la razón la realidad de un mundo ininteligible, la honradez y la sinceridad son para Kant una simple ingenuidad y rectitud en la manera de pensar […]sino es mediante la sinceridad, todas las demás cualidades, en la medida en que reside en principios no pueden tener un verdadero valor interno (238), sinceridad de reconocer los límites de la razón.

Kant no es un combatiente que busca cortar de raíz todo conocimiento que podamos obtener de la realidad divina, no niega la capacidad de los hombres por alcanzar ese plano que otorga sentido a su actuar, que dirige la vida de los hombres y los alimenta de esperanza. Señala que ante tales paradojas habrá que conducirse con prudencia, sin abruptos ni sobresaltos, el hombre debe tener la conciencia de acercarse a este problema con humildad y trazando sus propios límites, reconociéndose ignorante, y sabiendo la ínfima condición de su intelecto frente a la inmensa realidad de lo divino. Kant no agota las posibilidades de un conocimiento de los misterios de la fe, ni mucho menos rebaja a esta a una afirmación de la voluntad carente de primacía e importancia, por el contrario, ennoblece la fe que se afirma en la creencia, le da gloria a la recta conciencia que es prudente y actúa en armonía con el entendimiento, un hombre justo no contradice su conciencia con los juicios de su intelecto, ni mucho menos emite juicios que no cree. El conocimiento de Dios tiene otra vía, más plena, más noble, más integra, que es capaz de mover al hombre desde sus raíces, desde su conciencia, desde su razón práctica, su moral. Colocar el conocimiento de Dios en la vida moral del hombre, no es cerrarle la puerta principal, la de la razón, para dejar entrar a Dios por la ventana, sino, más bien, es ennoblecer el camino, es hacer caminar a Dios por una vía mas plena, sin la frialdad de los procesos racionales, sin el escudriño helado, distante de la razón. Si algo le falta a la filosofía es corazón, es el calido manto de los sentimientos y la fuerza de la voluntad, la divinidad se regocija en esta esfera, la razón se reconoce limitada y encuentra su lugar dentro de sus propias limitaciones, pues ¿Qué es nuestra razón, que importancia tiene nuestra teología, nuestra filosofía ante la inmensidad de la divinidad?, Kant señala la arrogancia y el error de toda la filosofía de occidente, la intención de hacer de la razón, la medida de todas las cosas, y olvida la plenitud de su conciencia por arrojarse al discurso racional en un mundo que se torna frió, desolado, vació, angustiante, y que no deja entrada a los sentimientos, la afectividad y la voluntad, la razón que busca jerarquizarse por encima de todo, es una razón que lleva a una existencia vacía, efímera, distante. La sinceridad del corazón marcara la pauta del conocimiento de Dios.

La naturaleza que se basa en la experiencia no puede complementar la teleología de la metafísica, es necesario recurrir a una idea a-priori, complementar ese conocimiento con un fin determinado, implantar la idea de un bien supremo que sea directriz de nuestro conocimiento. La metafísica no puede conocer el plano divino de manera plena, por lo que le queda el recurso de los fines teleológicos. El uso de los principios teleológicos en lo que se refiere a la naturaleza, esta en todo momento determinado por la experiencia, por lo que es necesario que estos fines sean impuestos por la razón práctica, que al fin y al cabo los fines de la razón práctica son también los fines de la libertad.


Jorge Alejandro Espinoza López

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como se nota la tendencia protestante del artículo y su admiración por Kant.

Para quien es suficiente la sola fide y en consecuencia nulla ratio es obvio q tuvo q buscar un modo de justificarse dizque teológicamente citando a Job y el problema del mal

Pero porqué no leer a San Pablo escribiéndole a los Romanos:
Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer,ya que sus atributos invisibles —su poder eterno y su divinidad— se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa.

No tienen excusa.

Anónimo dijo...

El Autor:
Es cierta la evidencia de la admiración que tengo por Kant, habrá que considerar primero cual es la intención del texto, el cuál pese a ser un comentario, predomina en él la índole expositiva. Qué si comparto o no algunos de los postulados sugiere una reflexión más detenida y estos medios siempre son demasiado impersonales. En la Carta a los Romanos me parece se encuentra delineado el argumento Físico-Teleológico, cabe mencionar que en la Crítica de la Razón Pura Kant se dirige a él diciendo que este argumento es el más bello de todos los argumentos que tratan de demostrar la existencia de Dios, sin embargo no es un argumento certero que nos permita captar la totalidad del concepto de Dios, esto es porque dicho argumento sólo nos demuestra una parte de aquello que llamamos Dios. La sabiduría divina la podemos considerar bajo una doble dimensión; la sabiduría artística de Dios y su sabiduría Moral, el argumento físico-teleológico ciertamente nos permite conocer esa sabiduría artística de Dios, pero de ello no se deduce todo el concepto moral que podemos predicar de él, concepto moral del que se deriva toda la doctrina cristiana. La imagen de Job es un recurso literario, nunca teológico, desde Kant la teología al igual que la teodicea es casi imposible, la imagen “literaria” que se retoma aquí simplemente simboliza la rectitud de conciencia y ninguna intención teológica, tu comentario es muy bueno, y de verdad me gustaría poder comunicarme contigo y establecer un diálogo… es necesario dejar hablar a los grandes hombres como Kant.