En cierta ocasión leí una historia sobre un hombre que se moría y, en el otro mundo, se encontraba a una serie de conocidos, algunos que le gustaban y otros que le caían bastante mal. Pero había allí una persona que no conocía y no podía aguantarle. Todo lo que decía le irritaba y le indignaba —sus modales, sus costumbres, su pereza, su manera insincera de hablar, sus gestos— y, además, tenía la impresión de que podía leer los pensa¬mientos de ese hombre, sus sentimientos, y también sus secretos; en suma, toda su vida. Preguntó a los demás quién era ese personaje insoportable. Le dijeron: "Verás, aquí arriba tenemos unos espejos muy especiales que son completamente diferentes de los que hay en tu mundo. Ese hombre eres tú mismo". Supongamos entonces que tienes que vivir con una persona que eres tú... tal vez sea eso lo que tiene que hacer la otra persona. Desde luego que, si no te has observado a ti mismo, puedes llegar a imaginarte que sería estupendo y que si todo el mundo fuera como tú, este mundo sería un lugar verdaderamen¬te maravilloso. La vanidad y la suficiencia a veces no tienen límites. Cuando te pones en la situación de otra persona te estás poniendo también en su punto de vista, en el modo como te ve, te oye y te experimenta en tu comportamiento cotidiano. Te estás viendo a través de sus ojos.
Fuente: http://serypersona.blogspot.com/
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