Miguel de Unamuno y Jugo comenta en uno de sus escritos que el Sr. Manuel Kant, con relación al tema de Dios, se distinguió entre un Kant filósofo y un Kant hombre de carne y hueso, de este modo Unamuno escribe:
“Tomad a Kant, al hombre Manuel Kant, que nació y vivió en Koenigsber a fines del siglo XVIII y hasta pisar los umbrales del siglo XIX. Hay en la filosofía de este hombre Kant, hombre de corazón y de cabeza, es decir, hombre, un significativo salto, como habría dicho Kierkegaard, otro hombre -¡y tan hombre!-, el salto de la Crítica de la razón pura a la Crítica de la razón práctica. Reconstruye en ésta, digan lo que quieran los que no ven al hombre, lo que en aquélla abatió. Después de haber examinado y pulverizado con sus análisis las tradicionales pruebas de la existencia de Dios, del Dios aristotélico, que es el Dios que corresponde al Zoon Politikón, del Dios abstracto, del primer motor inmóvil, vuelve a reconstruir a Dios, pero al Dios de la conciencia, al Autor del orden moral, al Dios luterano, en fin. Ese salto de Kant está ya en germen en la noción luterana de la fe”
(Unamuno M (2003). Del sentimiento trágico de la vida. México. Porrúa; pags: 4 y5)
Escudriñando un poco la teología Kantiana se puede efectivamente advertir una división y separación entre el Kant Crítico que ha descalificado las pruebas filosóficas que intentan demostrar la existencia de Dios, y el Kant ético o moral que postula la existencia de Dios para que la moral humana tenga sentido racional práctico, sin embargo, lo que se intentará demostrar en este ensayo son dos cosas
a)Kant no es un ateo, sino un agnóstico en el plano filosófico, y a pesar de que el agnosticismo es un paso previo al ateísmo, Kant no se cierra a la certeza de que Dios exista realmente, es decir, aunque el Kant filósofo es un riguroso agnóstico, el Kant de la vida moral cotidiana no es un ateo práctico, o sea, en moral Kant no cae en la postura de vivir como si Dios no existiera.
b)Lo anterior supone encontrar un puente o hilo conductor entre el agnosticismo de la Crítica de la razón pura y la certeza de que Dios existe realmente en la Crítica de la razón práctica.
Para justificar los dos anteriores puntos se tomará como base una obra intitulada: “Lecciones sobre la filosofía de la religión” que recogen una serie de notas de clase que el profesor Kant habría dictado a finales del XVIII y que fueron editados por primera vez hacia 1817.
Para comenzar es importante recordar que hacia dentro de la filosofía Kantiana se critican tres pruebas que intentan demostrar la existencia de Dios:
a)La prueba ontológica que pretende concluir en Dios como ens realissimun o ens summun.
b)La prueba cosmológica que pretende concluir en Dios como ens originarium.
c)La prueba fisicoteológica que pretende concluir en Dios como ens entium.
No es el caso en este ensayo reproducir toda la crítica Kantiana con relación a las tres anteriores pruebas. Lo importante a comentar es que las pruebas sobre la existencia de Dios, que el fundador del idealismo trascendental evalúa, son descalificadas porque Kant niega que tales argumentaciones puedan concluir rigurosamente en que Dios existe como ens realissimun, ens originarium y ens entium y no tanto la existencia de Dios, en efecto, la crítica kantiana niega que los predicados ens realissimun, ens originarium y ens entium puedan atribuirse a Dios como un sujeto que existe realmente porque las argumentaciones que llevan a tales predicados no son concluyentes en el plano de la existencia objetiva, sin embargo, Kant no niega la realidad intra-mental de la existencia de Dios como una idea de la razón humana, es decir, el filósofo de Koenigsber no rechaza la idea de Dios como intrínseca a la razón humana porque las argumentaciones que pretenden demostrar la existencia real de Dios, a pesar de no ser concluyentes, no dejan de manifestar la necesidad humana de admitir la posibilidad de Dios, al menos, intra-mentalmente. Si el ser humano se esfuerza en demostrar la existencia real de Dios es porque idealmente Dios está presente en la razón humana, por ello los intentos de demostración de la existencia real de Dios manifiestan...
“la necesidad subjetiva de un ser tal; es decir, que nuestra razón especulativa ha menester de presuponerlo necesariamente, si es que quiere entender por qué algo es posible; pero de ningún modo puede demostrarse de ese modo la necesidad objetiva de esa cosa. Pues aquí la razón tiene que reconocer su debilidad para elevarse por encima de los límites de toda experiencia posible. Y siempre que pretenda también proseguir ahí su vuelo, sólo se precipitará en torbellinos y tifones que la arrastrarán a un abismo sin fondo donde será engullida por completo. De ahí que todo lo que la razón especulativa pueda enseñarnos acerca de la existencia de Dios consista en mostrarnos cómo una cosa tal tiene que ser necesariamente supuesta por nosotros, pero no en que nos pueda dar una demostración de ella de manera apodícticamente cierta. Pero también eso ya es para nosotros una gran suerte, al ser apartados de ese modo todos los obstáculos para admitir la existencia de un Ser de todos los seres; y es más, si aún hubiéramos de poder convencernos de ella de alguna otra manera, para creer de manera sólida e inquebrantable en una existencia tal. Pues el Ser supremo permanece, también ante el uso meramente especulativo de la razón, un Ideal sin tacha, un concepto que concluye y corona el entero conocimiento humano”
(Kant (2000) Lecciones sobre la filosofía de la religión. Madrid. Akal,, pag: 100)
Ahora bien, si la teología filosófica ha sido descalifica por la crítica kantiana para demostrar la existencia real de Dios y solamente queda admitir la posibilidad ideal de la existencia de Dios ¿eso significa dar lugar a un ateísmo?...
Kant distingue dos tipos de ateos, los ateos dogmáticos y los ateos escépticos. El ateo dogmático no sólo niega la existencia real de Dios, sino también su posibilidad ideal, pues para esta clase de ateo el concepto de Dios es intrínsecamente contradictorio, en cambio, el ateo escéptico:
“sólo impugna las pruebas de la existencia de Dios, en especial su certeza apodíctica, pero no la existencia de Dios, al menos no la posibilidad de la misma. De ahí que un ateo escéptico siempre pueda tener religión, porque confiesa francamente que con mucho es mayor la imposibilidad de probar que no hay Dios que la de probar su existencia. Sólo niega que la razón humana pueda por especulación probar alguna vez la certeza de la existencia de Dios; pero, por otro lado, ve también que igual de cierto es que nunca podrá demostrar que Dios no existe”
(Kant (2000) Lecciones sobre la filosofía de la religión. Madrid. Akal, pag: 80)
Kant quedaría ubicado como un ateo escéptico (agnóstico) en razón de que niega el poder demostrativo de la razón humana para probar la existencia real de Dios, más no niega la posibilidad ideal de la existencia de Dios, dicha posibilidad ideal abre el puente o hilo conductor entre el agnosticismo de la Crítica de la razón pura y la certeza de que Dios existe realmente en la Crítica de la razón práctica, pues en ésta última obra Kant afirmará la existencia real de Dios en razón del dinamismo moral humano.
“Un concepto de Dios indeterminado, empero, no me sirve de nada. Por el contrario, el concepto de Dios es un concepto moral y necesario en el sentido práctico; pues la moral contiene las condiciones del comportamiento de los seres racionales, bajo las cuáles únicamente pueden éstos ser dignos de la felicidad. Estas condiciones, o sea, estos deberes, son apodícticamente ciertos; pues están fundados necesariamente en la naturaleza de un ser libre racional. Sólo bajo ellos puede un ser tal hacerse digno de la felicidad. Ahora bien: si no puede esperarse un estado de cosas en el que la creatura que haya obrado conforme a estas leyes eternas e inmediatas de su naturaleza, haciéndose así digna de la felicidad, pueda también realmente llegar a participar de esta felicidad; si, por ende, no hay un bienestar consiguiente al buen comportamiento, en ese caso entrarían en contradicción el curso de la naturaleza y la moralidad. Pero tanto la razón como la experiencia nos muestran que, en el presente curso de las cosas, la estricta observancia de todos los deberes moralmente necesarios no siempre está en vinculación con el bienestar, sino que la probidad más digna de respeto y la integridad son a menudo ignoradas, vilipendiadas, perseguidas y pisoteadas por el vicio. Por consiguiente, tiene que existir un Ser que gobierne el mundo en conformidad con la razón y con las leyes morales, y que haya instituido en el curso de las cosas futuro un estado en el que la creatura que haya permanecido fiel a su naturaleza y que, por moralidad, sea digna de una felicidad perdurable deba también realmente ser partícipe de esta felicidad; pues, de lo contrario, todos los deberes subjetivamente necesarios, que en cuanto ser racional estoy obligado a cumplir, pierde su realidad objetiva. Pues, ¿por qué hacerme por moralidad digno de la felicidad si no existe un ser que pueda procurarme esta felicidad? Y es así que sin Dios no me quedaría más remedio que ser un soñador o un malvado. Tendría que renegar de mi propia naturaleza y de sus eternos principios morales; tendría en fin, que dejar de ser un hombre racional. Por consiguiente, la existencia de Dios no es, como en la fisicoteología, meramente una hipótesis para fenómenos contingentes, sino, por el contrario, aquí en la moral, un postulado necesario para las leyes inconcusas de mi propia naturaleza.”
(Kant (2000) Lecciones sobre la filosofía de la religión. Madrid. Akal, pags: 125-126)
Dios, en el pensamiento Kantiano, será recuperado en su existencia real desde lo moral como un santo legislador del orden moral, un buen gobernante que premia a quien es digno de felicidad y un juez justo para quien no es digno de felicidad, ahora bien, para que Dios pueda ser un legislador, gobernante y juez del orden moral es indispensable que sea omnisciente, omnipotente y eterno. De este modo los atributos metafísicos de Dios que habían sido puestos en duda en el plano especulativo, son recuperados como supuestos indispensables para que Dios pueda dar pleno sentido a la moral humana.
La recuperación de la existencia real de Dios en el campo moral será a modo de postulado, se tiene que admitir -a pesar de que todas las pruebas especulativas de la existencia de Dios sean insuficientes-, que Dios existe realmente para que el orden moral tenga sentido...
“Por eso, cuando en lo que sigue suscitemos dudas contra aquellas pruebas especulativas y analicemos esta pretendida demostración, no socavaremos por ello la creencia en Dios, sino que dejaremos libre paso para las pruebas prácticas. Tan sólo echaremos abajo las falsas pretensiones de la razón humana de querer demostrar por sí misma, de manera apodícticamente cierta, la existencia de Dios; pero admitiremos por principios morales esa creencia como principio de todas las religiones”
(Kant (2000) Lecciones sobre la filosofía de la religión. Madrid. Akal, pag: 80)
Aunque Immanuel kant es un agnóstico en el plano contemplativo, dicho agnosticismo no lo lleva a un ateísmo práctico, pues en tal plano Kant presenta un teísmo moral.
“Toda convicción es de dos tipos: dogmática o práctica. La primera tiene que ser alcanzada a priori por meros conceptos y ser apodíctica. Pero hemos visto que por este camino, mediante la mera especulación, no nos podemos convencer con certeza de la existencia de Dios. A lo sumo, el interés especulativo de nuestra razón nos obliga a presuponer un ser tal como una hipótesis subjetivamente necesaria; pero en ningún caso tiene capacidad suficiente para demostrarlo... Pero aún nos queda otra especie de convicción, a saber, la convicción práctica. Es éste un campo particular que nos ofrece perspectivas mucho más satisfactorias que las que jamás pueda procurarnos la árida especulación...Pues los imperativos morales, por estar fundados en la naturaleza de nuestro ser, en cuanto creaturas libres y racionales, son de la misma naturaleza de nuestro ser, en cuanto creaturas libres y racionales, son de las misma evidencia y certeza al menos que la que puedan tener las proposiciones matemáticas, que también deben su origen a la naturaleza de las cosas. Por consiguiente, un postulado práctico necesario es, atendiendo a nuestros conocimientos prácticos, lo mismo que un axioma, atendiendo a los especulativos. Pues el interés práctico que tenemos en la existencia de un Dios como sabio Gobernante del mundo es el más alto que puede haber, porque, si suprimimos este principio, tenemos que renunciar a un tiempo a toda prudencia y honradez, y que actuar contra nuestra propia razón y nuestra conciencia”
(Kant (2000) Lecciones sobre la filosofía de la religión. Madrid. Akal, pags: 133-134)
La cuestión que se presenta es ¿qué características presenta el teísmo moral que plantea Kant?...
Respondiendo brevemente se puede decir que el teísmo moral Kantiano es deudor tanto de la idea ilustrada de la religión, como de la noción de Fe del cristianismo protestante.
La idea ilustrada de la religión opuso a la religión revelada eclesiástica una Religión Natural, la cual plantearía la relación Hombre-Dios desde una perspectiva exclusivamente racional, y ya no desde una fe en una autoridad eclesiástica que habla en nombre de Dios. La Religión Natural plantearía que la relación Hombre-Dios estaría fundada en los deberes morales que tiene el ser humano, es decir, el acto religioso estaría constituido exclusivamente por el conjunto de deberes morales que todo hombre está obligado a cumplir para ser un hombre virtuoso y honesto, de este modo, tal Religión Natural dejaría de lado, o más bien excluiría a cualquier dogmática religiosa –verdades de fe- y a toda serie de rituales que constituye el culto religioso eclesiástico –sacramentos-. Bajo el enfoque de la Religión Natural Jesucristo no sería ni Hijo de Dios, ni verdadero hombre y verdadero Dios, sino solamente Jesús de Nazaret quien es modelo de moralidad.
El cristianismo protestante albergó dentro de sí la dualidad entre razón y fe, en donde la fe religiosa no tendría nada que ver con la razón, una fe cristiana sin fundamento racional que sería aceptada por un acto voluntario a modo de confianza ciega.
El teísmo moral kantiano aceptado por fe en la praxis moral para que ésta tenga sentido lleva a un tipo de vivencia religiosa fuera de cualquier organización eclesiástica, todo lo cual lo podríamos resumir en la siguiente frase que a veces se escucha: “para qué voy a misa, para qué comulgo y me confieso, si me porto bien y creo en Dios”